Siempre pedíamos deseos al ver una estrella fugaz, al ver una pestaña en mi mejilla y al soplar las velas de mi cumpleaños. Nunca te los contaba por temor a que no se hiciesen realidad, fue una tontería, no te los conté y aún así no se han hecho realidad. Mi deseo siempre era el mismo, permanecer a tu lado el resto de mi vida, no tener que irme. Y aquí estoy escribiendo tan lejos de ti y afirmando que los deseos NO SIRVEN DE NADA.