Aparece en el escenario un mago, firme, sereno. Se nota, sabe lo que hace. No para de intentar llamar la atención de su público gritando a toda voz. Y así lo consigue. Hace posible que miles de personas lo contemplen boquiabiertos. El gran mago comienza su obra pues. Decide nombrar a ésta “Magia para enamorar” y por lo tanto necesita una voluntaria. Se dispone a buscar entre las bocas abiertas a quien será su víctima y entre tanta gente se percata de que algo falla. Y allí la ve, al fondo del teatro, una joven muchacha anda distraída. El mago abrumado por esto intenta llamar su atención por todos los medios hasta que al fin lo consigue. Sin saberlo hasta ese momento, la que será su voluntaria, clava sus ojos en él. La chica asustada decide subir al escenario poco a poco, pero decide confiar en él, al fin y al cabo es un truco para enamorarse... Y en el amor, la confianza, es la clave. Cuando ya están ambos sobre el escenario, cuando ya se han convertido en los protagonistas de lo que ya es su historia, el mago empieza a hablar. “Como diría el gran Pablo Neruda para mi próximo truco necesito que me beses...” dice. Todos los espectadores observan, sin embargo, para ellos dos parece no haber nadie más en el teatro. Entonces, cuidadosamente y con todo el amor del mundo el mago la besa, un beso largo, un beso eterno. Y la magia empieza a surgir su efecto; el pulso se le acelera, el tiempo parece haberse parado y miles de mariposas han aparecido ahora en su estómago.
Basado en hechos reales