Después de la despedida, llega la hora de volver a casa. El sabor de sus labios continúa en los tuyos, y con solo recordar sus besos tu corazón late con fuerza. Adoras esos besos, sus besos, aquellos que te da como si no te fuera a volver a ver nunca más. Incluso cuando cierras los ojos sientes el olor de su perfume, la fuerza de sus abrazos y a pesar de que te acabas de despedir, lo echas de menos. Tienes la boca llena de palabras, de sentimientos que guardaste dentro, que no fuiste capaz de decir, y ahora es tarde para expresarlos, intentas escribirlos, pero tales sensaciones no se describen, tan solo se pueden sentir. Por un momento te imaginas lo que sería, coger el coche junto a él, y ponerle rumbo hacia ninguna parte, coger la primera carretera y llegar tan lejos como los sueños, que tendríamos sin dormir, el destino sería lo de menos, y la compañía perfecta. Tan solo nos pararían los semáforos en rojo, en los que aprovecharías para volver a besarme. Jugaríamos a soñar que el mundo es nuestro, sin pensar en la realidad. La gente pensará que no entendemos la vida, o que estamos locos, pero qué más da, es nuestro sueño y lo vivimos como queremos.